lunes, 19 de abril de 2010

Cuidado: corrector obsesivo en acción

Tomado de: Psicolocos. Escuela de Medicina "José María Vargas"

Aunque usted no lo crea, la frase “un vaso de agua” puede perturbar seriamente a un corrector –de esos especímenes contados de la lengua– que se infartaría en este momento al ver dicha aseveración. ¿Un vaso de agua? ¡No! El vaso no es de agua; en dado caso usted estará solicitando un vaso con agua, ¿no?


Sí lector, existen correctores de manuscritos que llegan al límite entre el mundo tangible y el espiritual; no es suficiente ingresar a los primeros estadios del mismísimo Infierno de Dante. Es necesario que pasen por el Purgatorio y logren alcanzar el Paraíso, de lo contrario, el uso correcto de la lengua no se lleva a cabo.


A este tratamiento aún más preciso se conoce como ultracorrección, y es que “entre los retos que la industria editorial ha de enfrentar con mayor rigor se destaca el manejo del lenguaje, el cual es a todas luces la materia prima del trabajo diario del sector” (Peña-Alfaro: 21). Esto implica que el corrector deber estar consciente del compromiso que su pluma lleva consigo mismo, ya que son los lectores quienes le agradecerán la lectura de un texto de manera clara y sencilla.


Aun cuando pareciera una cotidianeidad decir: “Venía a preguntarte algo”. ¿O sea que ya no me lo va a preguntar?; “vengo a levantar un acta”, ¿pues cuándo se le cayó? Inconscientemente por su uso no encontraríamos el error, pero estos ultracorrectores sí.


A propósito de esto, Ana Lilia Arias, en su curso de Corrección de estilo y proceso de la edición I hace una reflexión muy puntual al respecto: “La corrección de estilo es un trabajo silencioso: no se nota cuando está hecho bien; pero sí cuando no lo está” (Arias, 2010). Es decir, si nos llegamos a topar con un texto que se lee con un fluidez y buen ritmo, nosotros como lectores no sabremos por cuántas revisiones y correcciones el manuscrito pasó antes de que fuese impreso y llegara hasta nuestras manos. Por el contrario, si encontramos infinidad de erratas, la ausencia del corrector se hace evidente. ¿Interesante, no? ¿Había usted considerado este punto?


Sin duda podremos estar de acuerdo con que “la lealtad lingüística en nuestro país se manifiesta muchas veces en un culto inexplicable de las formas” (Peña-Alfaro: 22). Es decir, muchas de estas expresiones sean semánticamente erróneas, mas la misma naturaleza del habla que empleamos evoluciona a paso lento, pero seguro. Al fin y al cabo, el habla evoluciona a la par de las propias apropiaciones que la gente hace de la lengua misma.


REFERENCIA: Silvia Peña-Alfaro. “De la corrección a la ultracorrección”, en Libros de México número 51, p. 21-25.


2 comentarios:

  1. Hola Irene. Bien, pero cuidado. Dices: “La corrección de estilo es un trabajo silencioso: no se nota cuando está hecho bien; pero sí cuando lo está” (Arias, 2010).
    Es más bien, que cuando estña bien hecho no se nota, pero sí cuando no lo esta"
    Saludos

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